Correa quiere imponer a Moreno a punta de odio

Rafael Correa llegó a su enlace 518 con una urgencia por cumplir: legitimar los resultados del Consejo Nacional Electoral, que dieron como vencedor a Lenín Moreno, y deslegitimar las protestas sociales que se han desatado porque un buen segmento de la población no cree en ellos.

La desesperada necesidad de Correa por cumplir con ese objetivo fue evidente y se explica en que ni él ni sus compañeros están seguros de la legitimidad de la victoria de Moreno y en que en el Gobierno están muy preocupados por las protestas.

Para cumplir con la primera parte de su cometido; es decir para legitimar y dar credibilidad a los resultados, Correa hizo básicamente lo siguiente: exhibir los reconocimientos internacionales al triunfo de Moreno, descalificar las denuncias que la oposición ha hecho sobre un posible fraude electoral y, sobre todo, atacar y amenazar con brutal violencia a al menos tres actores que fueron visibles en las elecciones y cuyos trabajos ese día sembraron las dudas sobre las cifras del CNE. Estos tres actores: son la prensa, la encuestadora Cedatos y la organización Participación Ciudadana, que hizo un conteo rápido que dio un empate técnico entre Moreno y Guillermo Lasso.

Para la segunda parte de su propósito; es decir para deslegitimar las protestas y a los protestantes, Correa lanzó lo que, con seguridad, ha sido el discurso de odio social más violento y agresivo, lanzado desde el Estado, de la historia del Ecuador. Será muy difícil, para cualquier historiador, encontrar en el pasado a un mandatario o funcionario que haya sido capaz de articular un discurso tan cargado de rencor social, e incluso racial, en contra de los grupos que se han volcado a las protestas, como éste que lanzó Correa desde la población montuvia de Palenque, en la provincia de Los Ríos.

Pero vamos por partes. Primero estuvo el desesperado intento por imponer credibilidad en los resultados del CNE, organismo del que incluso parecía ser su titular por la vehemencia y convicción con que lo defendió.

Correa atacó con furia desbordada todo aquello que el 2 de abril pudo haber puesto en tela de duda a los resultados del organismo electoral. Y para eso no ahorró calificativos ni insultos. Y ahí cayó Cedatos. Aunque no justificó ni se refirió al violento operativo de allanamiento en contra de esa empresa encuestadora,  a Correa le quedó corto el vocabulario para tratar de echar por tierra el prestigio de esa empresa. La trató de deshonesta, corrupta y hasta mafiosa por haber hecho un exit poll, o encuesta a boca de urna, en la que Lasso aparecía ganador de las elecciones.  Correa dijo que Cedatos había cometido un crimen a la fe pública por mentir con sus resultados y sostuvo que esa empresa se había complotado con la prensa y con la banca para fraguar un fraude y que, por eso, deberá rendir cuentas ante la justicia. Parecía que todo el odio del mundo se hubiese juntado en su humanidad.

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Artículo de Martín Pallares: «Correa quiere imponer a Moreno a punta de odio»

Ese no fue el único ataque ni el único lanzado con brutal inquina. Correa lanzó otro igual de violento y agresivo en contra de Participación Ciudadana, la organización que hizo un conteo rápido que daba un empate técnico entre los dos candidatos. A la directora de Participación Ciudadana, Ruth Hidalgo, llegó a responsabilizarla de cualquier desgracia que se pueda producir en las jornadas de protesta. Lo que ocurra en las calles es responsabilidad de ella, dijo, e incluso mencionó que ya había habido un muerto a consecuencia de las protestas.

Colérico, al punto que le temblaban los labios y se le escurría el sudor por la cara sin que se lo enjuague, Correa aseguró que Participación Ciudadana debía haber dicho el día de las elecciones que Lenín Moreno las había ganado ya que, según él, el argumento de esa organización, que había habido un empate técnico, no era admisible puesto que la diferencia estaba por encima del margen de error.  “Ruth Hidalgo permitió todo lo que está ocurriendo en la calle. Sobre ella recaerá toda responsabilidad civil, penal y de cualquier índole”, dijo con el rostro desencajado.

Era evidente, en ese momento, que los resultados que Participación Ciudadana anunció tenían trastornado de furia a Correa. Para cualquier observador independiente, que un Presidente haga una defensa así de destemplada de los resultados oficiales y, al mismo tiempo, formule un ataque tan emocional a quienes tienen otras cifras, puede generar inmensas sospechosas. ¿Si tan confiado está en la transparencia y legitimidad de los resultados anunciados por el CNE e a qué venía tanta diatriba, insultos y amenazas?

En ese contexto arremetió con la misma inquina contra los medios de comunicación y los periodistas. Como “cloacas con antenas” calificó a los canales de televisión que basaron su cubrimiento de los resultados de las elecciones con la encuesta a boca de urna de Cedatos y que no usaron las que daban el triunfo a Lenín Moreno. Y dentro de ese ataque, quizá Ecuavisa fue la que llevó la peor parte.  “Ecuavisa es deshonesta”, es un canal “comercial que se basa en una encuesta deshonesta”, sostuvo casi gritando y afirmó que, como otros canales, entre esos Teleamazonas y Canal Uno, recibieron dinero de la derecha para proclamar como presidente electo a alguien que no había ganado en las urnas. Según Correa, Ecuavisa y periodistas suyos como Alfonso Espinosa de los Monteros, Estéfani Espín y Alfredo Pinargote son deshonestos y se inventaron fuentes. De “sinvergüenza” tildó a Alfonso Espinosa de los Monteros y lo acusó de estar involucrado en política. En una abismal demostración de sed de venganza dijo que a Espinosa de los Monteros debe ser sancionado con la ley y que si no hay ley para ese caso para eso habrá que crearla.

Todos: banca, prensa, Cedatos y Participación Ciudadana se habían complotado para evitar que Lenín Moreno gane y eso debe ser sancionado por la historia y por la ley, según Correa.

La violencia y la intensidad con la que insultó a Ecuavisa y a sus periodistas parecía llevar también una amenaza implícita. Ecuavisa deberá “responder ante la historia y seguramente ante la justicia” exclamó en lo que parecía ser una orden a sus jueces para que le impongan a esa empresa alguna sanción. ¿Quitarle la concesión? ¿Imponerle una multa descomunal? De las muchas veces que se ha visto a Correa despotricar e insultar a la prensa, en muy pocas ocasiones se lo había notado con tanta agresividad. Lucía descompuesto y poseído por una violencia que lo dominaba por dentro.  “A defender la institucionalidad”, llegó a decir como si los medios de comunicación hubieran atentado contra las instituciones.

Pero en su evidente desesperación por dar credibilidad a los datos del CNE, Correa no se limitó a atacar y criminalizar a Cedatos, Participación Ciudadana y a los medios que no basaron su trabajo con el exit poll del Gobierno. También insistió mucho con el tema de las felicitaciones que Lenín Moreno ha recibido de presidentes y líderes internacionales. Especial mención hizo al mensaje enviado por el secretario general de la OEA, Luis Almagro y por el presidente argentino Mauricio Macri. En esa línea, insistió en que no había cómo dudar de los resultados si tantos observadores internacionales han garantizado la transparencia de las elecciones. Sudoroso e hiper ventilado, Correa evidenciaba que estaba desesperado por convencer, o quizá hasta convencerse a sí mismo, de que los resultados eran legítimos y de que no ha habido fraude.

Incluso le dedicó tiempo al tema de la misión electoral de la Unión Europea a la que se le impidió venir a monitorear las elecciones. Para justificar la inasistencia de esa misión, echó mano de argumentos patrioteros. Para Correa, era inadmisible que esa misión trabaje en el Ecuador por un tema de reciprocidad. Si Ecuador no observa las elecciones en Europa, los europeos no tienen derecho a observar las elecciones en Ecuador, argumentó para luego volver al tema de los periodistas y decir, sin mencionar nombres, que los que habían dicho que esa es la única misión que hace una observación integral y fiable de un proceso electoral están entregados a sus “patrones europeos”.

Mientras Correa arremetía contra los medios por haber publicado una exit poll que no coincidía con los datos del CNE, cientos de usuarios en redes sociales posteaban en sus cuentas referencias a las veces que los medios del Gobierno han publicado encuestas a boca de urna con datos que resultaron errados.

Correa también dijo que no había habido un “apagón” informático en el CNE, como ha dicho la campaña de Lasso. Según él, lo único que ocurrió fue que la página web donde se veían los resultados se cayó por un complot de la derecha y la banca que usó a hackers desde EEUU. No presentó pruebas, claro. Además dijo que el llamado archivo plano del CNE nunca registró que Lasso hubiera estado en algún momento ganando y desafió a la prensa a que publique eso en las primeras planas.

Una vez terminado su destemplado esfuerzo por legitimar los resultados del CNE vino su esfuerzo, igual de exasperado y violento como el primero, por quitarle legitimidad a las protestas. Para ello, Correa hizo lo más básico: sostener que una persona que pertenece a la clase media pudiente que, según él, es la que ha salido a las calles, no tiene credenciales para protestar y exigir derechos. La tesis expuesta por Correa fue que los ricos, al contrario de los pobres, son personas de malos sentimientos y sin sentido de país. No conocen el Ecuador, no envían a sus hijos a colegios públicos, no van a hospitales públicos, nunca han estado en Palenque y conocen como la palma de sus manos Miami, ciudad en la que dijo nunca ha estado. “Eso no lo va a entender la oligarquía, no conoce un hospital público, no conoce una escuela pública, no conoce Palenque, no conoce Mocache, no conoce Los Ríos, conoce Bayside en Miami Beach, por eso seguirán siendo derrotados. Perdónenme si me equivoqué porque yo no conozco Miami, no sé si Bayside queda en Miami Beach”.

Correa sostuvo que si en algo fracasó durante su mandato fue no haber logrado cambiar la mentalidad de los hijos de la oligarquía ecuatoriana. “En 10 años debí cambiar la mentalidad de los hijos de la oligarquía pero es una lástima, no lo hice”, sostuvo y advirtió que él va a señalar a los adversarios del pueblo, de la revolución ciudadana. “No aceptan su derrota porque en su club todo el mundo nos odia y creen que el país empieza y termina en sus clubes de lujo, en sus barrios de lujo, en sus colegios de lujo, en sus universidades politiqueras de lujo. Que entiendan que aquí está el Ecuador profundo, las grandes mayorías, el pueblo ecuatoriano que siempre ha estado con la revolución ciudadana, que siempre hemos sido más, muchísimos más compañeros”.

Su afán por insultar y denigrar a quienes protestan no quedó ahí e incluso aludió a ese término cargado de racismo de las “coloraditas” que se le oponen. “Hasta con rezos, por ahí hay esas peluconas arrodilladas invocando al Señor para ver si hace el milagrito de inventarle unos cuantos votos. Así no se gana en democracia, se gana en las urnas, en las urnas venció el pueblo ecuatoriano, venció la revolución ciudadana” exclamó para luego asimismo en tono exaltado agregar que “yo ya me voy, qué bueno que venga Lenín. Él tiene otro estilo, pero aquí los pájaros disparan contra las escopetas, resulta que nosotros somos los que dividimos al país, cuando nosotros incluso podríamos reclamar la primera vuelta porque estamos seguros (de) que nos falló el control electoral y que ganamos en una sola vuelta, pero dijimos vamos a la segunda vuelta, cuando perdimos ciertas alcaldías el 2014, las perdimos”.

Para dar fuerza a su brutal alegato contra las clase media que ha salido a protestar desde el 2 de abril, Correa proyectó un video que circuló un día antes de la segunda vuelta en el que se ve a un grupo de partidarios de CREO golpear a un anciano indigente que viste con con el verdeflex de Alianza País. Aunque es difícil y casi imposible creer en la veracidad del video, pues salta a la vista que se trata de una burda y mal hecha dramatización, la línea argumental del mismo le dio para vomitar más odio y revancha social. “Miremos un video donde los corifeos de la derecha, Martín Pallares, dijeron que era forjado, no es forjado. De hecho veamos si congelamos la imagen y alguien puede identificar al protagonista. Un ‘aniñadito’ de CREO, porque esto es delito de odio incluso, como rompiendo el silencio electoral el sábado anterior a las elecciones dos camionetas sin placas de CREO están haciendo campaña, un mayor discapacitado con un bastón, delante de niños, les dice aquí no van a sacar ningún voto, se baja este ‘peluconcito’ con su prepotencia. Esa es la mentalidad de nuestra élite”, dijo casi respirar.

El tema del estadio Atahualpa donde poco antes de las elecciones miles de personas afectas al gobierno y aparentemente invitadas por éste abuchearon y agredieron a Guillermo Lasso no podía faltar en el menú de insultos. “Se dan cuenta esto es contra lo que hemos tenido que luchar durante estos diez años, lo que dice ese joven burgués, retrata de cuerpo entero nuestra burguesía. No estoy exagerando, no es solo la burguesía ecuatoriana, es la latinoamericana, lo peor que tiene América Latina son sus élites”. Además sostuvo que “por enésima vez, la peluconería quiteña, los de luto, como ya no tienen sus corridas de toros, como ya no tienen violencia, van a generar violencia política en los estadios, tergiversando un espectáculo deportivo, familiar. Recuerden todo lo que hemos tenido que aguantar”.

Correa, ventajosamente, es un mentiroso que hace muy mal su trabajo. Cuando miente deja ciertos cabos sueltos que permiten saber qué pasa por su mente. En el tema del Estadio dejó en evidencia que lo que más lo molesta es que le griten !Fuera Correa Fuera¡ Por eso hizo tanto énfasis en su afirmación de que en algún otro partido de la Selección, en el que su hijo había estado presente, la gente gritó !Fuera Correa Fuera¡ Eso, para él, es inaceptable y con su versión de este episodio quedó muy en claro que lo que ocurrió en el Atahualpa fue un inmenso operativo pagado por el Estado para que nadie gritara en su contra.

La sabatina desde Palenque fue la demostración de que Correa tuvo que invertir todo el odio del que es capaz para imponer en la opinión la legitimidad de Lenín Moreno. Eso solo tiene una explicación: se llama inseguridad en esa legitimidad.

Autor:  Martín Pallares

Fuente: 4 Pelagatos

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